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Los niños y los animales

Los niños se rodean de unos amigos especiales. Nosotros los conocemos bien porque también los hemos querido y admirado: seres extraños, en ocasiones muy grandes y en otras muy pequeños, gigantes, enanitos, hadas, genios, cerditos, ratoncitos que dejan monedas debajo de la almohada, criaturas que aparecen milagrosamente cuando hay peligro y salvan a la princesa. En este universo de criaturas infantiles, los animales ocupan un lugar primordial y destacado.

3 minutos leer Feb. 2, 2016

Los animales como medio para descubrir y entender el extraño mundo de los adultos

Sigmund Freud destacó cuán especial es la relación entre los niños y los animales, e indicó que se caracteriza por el hecho de que, durante la infancia, aún no somos tan vanidosos como para separar nuestra naturaleza humana del reino animal. Freud confirmó que "los niños consideran a los animales como iguales".

Numerosos estudios demuestran que los animales contribuyen activamente a la seguridad afectiva de los niños. A modo de ejemplo, cuando un niño acaricia a un perro, su ritmo cardíaco y su presión arterial disminuyen significativamente. Los animales, por su parte, poseen ciertas cualidades de las que los adultos carecen: no juzgan, no reflejan las dificultades personales o familiares, no traicionan. Gracias a eso, el niño se siente seguro y es capaz de liberar muy fácilmente sus emociones y estructurarlas.

De esta forma, los animales se convierten en los depositarios de sus alegrías, sus miedos, sus enfados, sus sorpresas y sus desagradados. Además, a través de ellos, el niño revela su estado afectivo (inquietudes, angustias, frustraciones, celos, recuerdos) y es capaz de desarrollar las competencias superiores, también llamadas competencias básicas: la atención visual, los impulsos y la interacción, los comportamientos afectivos, la capacidad de imitar y, por último, la articulación estructurada e intencionada de los gestos.

Un buen ejemplo es el desarrollo de la capacidad visual, es decir, la posibilidad de mantener la vista fija en un objeto. Dicha capacidad se manifiesta en los bebés de pocos días o semanas tras interactuar cara a cara con su madre. Además, a la mayoría de niños les fascina e inquieta lo que transmiten los animales a través de su mirada. Boca abajo, sentados, de rodillas, buscan una interacción cercana y frontal. El escritor Rudyard Kipling ya resaltó esta actitud cuando los lobos descubren a Mowgli, el personaje protagonista de El libro de la selva, y este "levanta los ojos para mirar a papá Lobo a la cara", sin miedos ni temores. Este tipo de encuentros facilita el desarrollo de la atención visual de los niños y la refuerza.

Los animales pueden desempeñar una función decisiva en la liberación del mundo interior de los pequeños, por eso son tan útiles en el acompañamiento de niños con problemas psicológicos graves.

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