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Antojos: ¡No puedo dejar de comer!

Ayer vi el tarro de mermelada y no pude resistirme. Por el contrario, con el olor de las tostadas se me ha revuelto el estómago. Mi pareja dice que soy una tragona. ¿Por qué me asaltan estos antojos y malestares a la vez?

2 minutos leer Feb. 3, 2016

Existe un deseo que caracteriza a toda mujer embarazada: las ganas irrefrenables de comer. Al respecto, algunas teorías sostienen que esta necesidad es desarrollada por el organismo para satisfacer ciertas insuficiencias y, así, evitar la carencia de determinados nutrientes. En esa línea, el antojo de carnes rojas reflejaría, por ejemplo, una escasez de hierro. Este tipo de creencias pueden sonar bastante verosímiles; sin embargo, no son tan exactas como imaginamos. En realidad, los antojos están más ligados a un tema hormonal que a lo mencionado anteriormente. Ahora veremos por qué.

Hormonas: mis mejores enemigas

Aunque son imprescindibles para un adecuado desarrollo del embarazo, así como para los intercambios entre la placenta y el feto, las hormonas pueden jugarnos más de una mala pasada. Para empezar, pueden alterar nuestro sentido del olfato y el gusto, a causa de la concentración de estrógenos. El resultado: de un momento a otro podrías querer devorar alimentos que antes aborrecías y, a la vez, marearte frente a olores comunes y corrientes. ¿Te preocupa esa situación? Pues olvídalo, porque probablemente después del primer trimestre esas sensaciones suelen menguar o, incluso, desaparecer.

¿Cómo lidiar con los antojos?

Si tienes un antojo y quieres devorar una tarta de fresas, no hay problema, siempre y cuando, la satisfacción de ese deseo esté acompañada de una alimentación balanceada. En otras palabras, si no abusas de alimentos ricos en grasas o azúcares y tu curva de peso permanece normal, entonces no hay nada de malo en darse un gustito.

En todo caso, para contrarrestar los antojos, una solución consiste en programar, además de las tres comidas del día, el consumo de uno o dos snacks: a media mañana y a media tarde. Para ello, se debe optar por las féculas (como los cereales integrales, el pan integral o las legumbres), las cuales liberan energía de larga duración y suelen saciar el apetito. Si, por otro lado, estás obligada a controlar tu peso, lo recomendable es que reserves el postre para la hora de la merienda.

Por último, no olvides que no debes reprimirte. No pasa nada con el hecho de satisfacer esos pequeños caprichos; evidentemente, dentro de los límites de lo razonable.

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