Teorías sobre el sentimiento maternal
Por un lado, se habla de un instinto inevitable, un sacrificio que comparten todas las hembras del reino animal; por otro lado, de una creación cultural que no tendría nada que ver con la naturaleza y que no sería para nada automática. Cualquiera que sea la postura, siempre se ha abordado el tema como si el bebé fuera un sujeto pasivo. ¡Pero nada es más lejano a la realidad! Desde sus primeros días de vida, e incluso un poco antes, nuestro bebé pone en práctica una auténtica estrategia de seducción que funciona muy bien con su mamá, pero también con la mayoría de los adultos que lo rodean…
En los ratones el "gen del amor materno" lo activan los ratoncitos
¿Qué nos enseñan nuestros amigos los ratones? Que, cuando las hembras se modifican genéticamente, no les interesan para nada sus pequeños, a pesar de que normalmente son madres muy dedicadas. ¿Qué ha sucedido, pues? Se las ha privado del gen fosB, que participa en la producción de hormonas que estimulan la reacción materna. Vaya, vaya... ¿Entonces eso quiere decir que el instinto maternal está en los genes? No, no es tan sencillo. Lo que activa ese gen en la madre es el olor del ratoncito recién nacido. En el campo se sabe que no se debe tocar nunca a un conejito recién nacido: si se impregna de un olor ajeno, su madre no lo reconocerá y no dudará en matarlo.
Eso significa que el instinto maternal existe... siempre y cuando los bebés hagan su aportación: para que los alimenten y los mimen, los animalitos deben llamar primero la atención de su madre de un modo u otro.
Todo lo pequeñito es bonito…
Los primatólogos y los sociobiólogos hablan de la "atracción magnética de los bebés". En todo el mundo se considera que los bebés son irresistibles. Somos sensibles a las características de la neotenia, es decir, todos los signos que nos indican la extrema juventud y la vulnerabilidad de un pequeño: una gran cabeza redonda, pequeño tamaño, ojos grandes de sorpresa…
Esto es así en el caso de los bebés humanos, pero también en los demás cachorros del reino animal: ¿quién no encuentra totalmente ADORABLE un gatito, un perrito, un osito, un corderito o incluso un cachorro de león o de tigre? En algunas tribus de monos, los pequeños tienen al nacer un pelaje negro, blanco o rojo que los distingue claramente de los adultos y los señala ante todo el grupo como bebés. Fascinadas, las hembras se pelean por tomarlos en brazos, si es que la madre lo quiere compartir.
Primera seducción: ser un bebé regordete
Cuando una madre y su bebé toman conciencia el uno del otro, se producen muchas cosas entre ellos. La madre lo mira muy atentamente y se da cuenta de que es el recién nacido más gracioso que ha visto nunca. Es obvio, por ejemplo, si se lo compara con el pequeñín colorado y arrugado que llora en la cuna de su compañera de habitación.
Cuando se despierta, el bebé hace todo tipo de gestos adorables. Aún se parece un poco a una rana, pero pronto será guapísimo. Además, al nacer pesaba...
La importancia que se le da al peso de un recién nacido (es lo que se anuncia inmediatamente después del sexo y el nombre), si lo pensamos bien, es bastante curioso. No vemos la hora de que nuestro bebé engorde. ¿Sabías que los recién nacidos humanos tienen dos veces más grasa que los bebés mono, que nacen muy delgados?
¿Para qué sirve entonces, toda esa grasa que nuestros bebés fabrican al final del embarazo? Existen dos hipótesis: es para alimentar su enorme cerebro, que crecerá de forma espectacular durante sus primeros meses de vida. Y para tener ese aspecto regordete que su mamá adora. En la prehistoria, e incluso un poco después, la selección de los bebés que se consideraban demasiado menudos y endebles (y que, por lo tanto, tenían menos posibilidades de sobrevivir) era despiadada... Nos ha quedado, desde entonces, una preferencia muy clara por los bebés gorditos. Una preferencia que la naturaleza ha explotado favoreciendo la grasa subcutánea de las últimas semanas de embarazo.
El instinto maternal o el inicio de un diálogo
El bebé está genéticamente "programado" para seducirnos, atraernos y asegurarse nuestros mimos. Desde que nace recibe y emite señales. Su cerebro tan desarrollado le permite imitar desde muy pronto los gestos de sus padres e interactuar con ellos. El recién nacido muestra su atracción espontánea por las formas curvas y los movimientos característicos del rostro humano. Reconoce la voz y el olor de su madre, que descubrió en el útero. En cuanto a ella, en un día ya será capaz de reconocer el olor de su bebé y, en dos, distinguirá su llanto entre el de los demás recién nacidos.
Lo que se llama "instinto maternal", si existe, correspondería más bien a una interactividad compleja y muy particular entre una madre y un recién nacido, un diálogo sensible mediante signos que los dos interpretan de forma espontánea e inconsciente para adaptarse el uno al otro del mejor modo posible.
Por eso, cuando tengas la sensación de que no lo entiendes, no te alarmes. Toda comunicación tiene sus interferencias y sus fallos. Piensa que ya dominas los balbuceos y, que en cuanto al tema "mamá", tu bebé ya es un experto.